domingo, 27 de junio de 2010

Día Internacional de la Sordoceguera: Sordo y ciego... pero como cualquier adolescente

  • Javier es sordociego desde los 14 años. Habla con ELMUNDO.es de su día a día
  • Pese a su discapacidad, insiste: le gusta hacer lo mismo que a otros chicos
  • Vive en un colegio mayor madrileño y va a un instituto en la capital

Pelo engominado, dos pequeños pendientes, camisa a la moda… A primera vista, Javier es como cualquier chico de 19 años. Sin embargo, sus grandes ojos oscuros no pueden ver y las orejas de las que cuelgan esos aretes no pueden oír. Al igual que otras 6.000 personas en España, es sordociego. "No necesito bastón. Me defiendo bien con el resto visual que me queda" Todo comenzó a los 14 años. "Iba oyendo muy mal, cada vez peor… Poco a poco fui perdiendo mucha audición. Me iba sintiendo mal, cada vez peor. Después empezó lo de la vista", relata de viva voz Javier García Pajares. El golpe vino en plena adolescencia, el momento más difícil: "Me fui deprimiendo cada vez más, hasta el punto de aislarme". Todavía no saben qué causó su discapacidad. Poco a poco, se fue levantando. "Tuve un amigo que fue muy bueno conmigo. Me integré en un grupo y poco a poco me sentí mejor. Fue uno de los que me ayudó a levantarme", relata. Después, ingresó en la ONCE y aprendió a comunicarse con su discapacidad. El lenguaje de los pequeños golpes Hoy, aunque dice tener sus momentos tristes –"como todo el mundo"- la sonrisa no abandona el rostro de Javier. El joven habla con paciencia sobre la sordoceguera, aunque le hagan una y otra vez las mismas preguntas. "Es normal, es lo que quiere saber la gente", dice. ¿Y no llevas bastón? "No, no lo necesito. Me defiendo bien con el resto visual que me queda" ¿Y tú qué ves, sombras? "No, yo veo personas". Sin embargo, su resto visual –"por el centro del ojo lo veo todo borroso, pero por la periferia veo normal"- no le permite leer ni distinguir a una persona de otra. Javier se comunica mediante el lenguaje dactilológico. "Se lo he enseñado a toda la residencia" Ahí, necesita el braille y el dactilológico. Este es el lenguaje de signos que utilizan las personas sordociegas. Tac, tac, tac. Pequeños golpecitos en la palma de la mano (uno por letra) de Javier van construyendo palabras. Después, él da la réplica de viva voz. ¿Y si alguien no sabe dactilológico? "Le pido que me escriba en mayúsculas en la mano, y así los voy entendiendo, pero eso es sólo en algunos casos", explica. Y es que él mismo se encarga de enseñar su lenguaje de signos a quien esté dispuesto a aprenderlo: "Se lo he enseñado a toda la residencia". Clases de matrícula Así le saluda su vecino de habitación en el hall del Colegio Mayor. Tac, tac, tac. ¿Vas al comedor? "Ahora no puedo, han venido a entrevistarme", responde. Javier lleva ya un año viviendo en un colegio mayor madrileño y acudiendo a un instituto. "Ahora estamos en el final del curso y me da pena, porque voy a echar de menos a la gente. Me cuesta conocer a gente nueva", dice. "Ahora estamos en el final del curso y me da pena. Me cuesta conocer a gente nueva" El año pasado ya estuvo viviendo en la capital, interno en un centro de recursos educativos de la ONCE. "Plasencia [su ciudad natal, donde vive su familia] es una localidad pequeña y allí no hay mediadores. Es más difícil. Aquí hay más apoyo", explica. El mediador es la persona que le acompaña a clase todos los días, el encargado de traducir lo que explica el profesor al dactilológico. Por la mañana va con él al instituto y, ya por la tarde, le da clases de apoyo en la residencia. "Pregúntale, pregúntale qué notas ha sacado", dice su tocayo Javier, uno de los dos mediadores de la ONCE que este curso ha estado con él en clase. "9,7 de media", responde el chico. Acaba de terminar 1º de Bachiller y planea estudiar Derecho. "Por pensar en un futuro. Si viese y oyese bien, me gustaría hacer otras cosas, como ser profesor de Educación Física", precisa. Al gimnasio y a la discoteca Una de las cosas que más echa de menos es "cuando jugaba al fútbol". En su habitación, impecablemente ordenada, cuelgan varias medallas deportivas. "Son de campeonatos de atletismo, de la prueba de los 800", explica. Todos los días va además al gimnasio en el colegio. "Unos amigos de la residencia me han enseñado los movimientos, colocándome. Sé hacerlo todo", dice. "Me gusta pasármelo bien. Mi discapacidad no me impide ir a la discoteca" "Hago mucho deporte y [también me gusta] leer libros", explica. Su escritora favorita es Nancy Farmer, aunque ahora se ha atrevido con el Quijote. Para leer utiliza la línea braille de su ordenador: una especie de 'teclado' en el que los textos de los libros o de las páginas web van apareciendo en relieve. Además, utiliza un amplificador (en la pantalla del ordenador y en el móvil) que le permite ver grandes letras aprovechando su resto visual. A Javier también le gusta salir con sus amigos e ir a la discoteca, explica. ¿A la discoteca? "Como a cualquier chico, me gusta pasármelo bien. Mi discapacidad no me impide ir", responde. También "como a cualquiera", le gusta arreglarse. ¿Eres muy presumido? "Ja, ja. No, dicen que un poco, pero no". Messenger, discoteca, piscina en verano... Javier insiste en que lleva "una vida normal" aunque reconoce que, a veces, la gente no sabe cómo tratarle. "Es algo normal. A veces se preocupan demasiado". Fuente: El Mundo http://www.elmundo.es/elmundo/2010/06/26/solidaridad/1277566769.html